martes, 23 de marzo de 2010
Una de mis Favoritas...My Bloody Valentine
En vista de que pasé mi infancia en los ´80, es un hecho que le tenga cariño a algunas películas (casi todas slashers) que aparecieron luego de las más exitosas y geniales Halloween (1978) y su bastardo retoño, Friday the 13th (1980). Sin embargo, resulta inevitable acotar que la mayoría de estas producciones no eran más que meras copias mal hechas del film de Carpenter.
Este sub género de asesinos misteriosos trajo consigo películas bastante pobres en su mayoría, las cuales se valían de recursos baratos sumamente criticados que levantarían risotadas en la actualidad.
Más allá del efecto puramente nostálgico, una de las películas que sigue dando vueltas en mi cabeza, por encontrarla algo especial, es la canadiense "My Bloody Valentine", de 1981. En mi opinión, constituye un buen ejemplo de cintas slashers que funcionan porque no es tan burda como la mayoría y, además, posee un par de elementos a su favor.
Dicha película se ambienta en una celebración puntual: el Día de San Valentín. Para empezar, no utiliza el trillado y aburrido rollo adolescente. En su lugar, se centra en un grupo de adultos jóvenes pueblerinos en un ambiente bastante logrado. Como añadidura, los integrantes del elenco cuentan con credibilidad porque realmente lucen y actúan como gente de pueblo.
A diferencia de muchas películas de la época, My Bloody Valentine está dotada de un argumento sólido e interesante. No se trata de un simple conjunto de sangre y de escenas violentas con diálogos, lo cual se agradece, por cuanto posee un hilo conductor.
En My Bloody Valentine, las muertes suceden en una misma noche, como en la mayoría de los filmes de este sub género. El asesino aparece vestido de minero, pica al hombro pero la víctima sólo siente su respiración... su objetivo consiste en enviar al otro mundo a todos los que cometen el error de celebrar el Día de los Enamorados.
Los personajes agradan, tienen un carisma especial, pues no son sólo animalitos que serán ejecutados en algún momento del film, para delicia del espectador. La bien lograda escena principal ocurre al interior de una mina: aquí los protagonistas no se enfrentan al asesino más de lo necesario para poder encontrar la salvación y huir. La revelación final, que se hace algo obvia y freak, es lo suficientemente discreta para no chillar demasiado, además de permitirse el lujo de dejar abierta la posibilidad de una segunda parte, la cual jamás llegó.
Como muchos de estos filmes, tuvo el problema de la censura, tan usual en esos años. Terminó sufriendo varios cortes de escenas importantes que mostraban el trabajo del diseñador de efectos especiales, Tom Hoerber. Sin este trabajo, la película no sería lo que es. Y de haber lanzado la cinta en su versión original, es decir, sin cortes, habría tenido un mayor impacto y, sin duda alguna, se habría convertido en un clásico de culto entre las películas de asesinos filmadas en la década de los ´80.
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